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Antonio José, hace justo ochenta años...
08Sep
1936

Palabra de barraquero

Antonio José era un hombre bueno, de gran humanidad, que quería a la gente y se hacía querer. Y lo reveló con creces en la sobrecogedora tesitura de estar preso, sin ningún tipo de garantías y a la espera de un incierto destino, en compañía de otros cientos de seres humanos tan indefensos como él.

Un esclarecedor testimonio es el de Rubén Hermosa, un adolescente socialista palentino —trabajaba de barraquero de feria— que sufrió cautiverio con el compositor burgalés. Cuenta que en el poco tiempo que compartieron celda, Antonio José le “…demostró una humanidad excepcional. En el trato, en la comprensión, sobre todo en las esperanzas que deseaba infundir a todos… Probablemente, a él el primero.” Por suerte, el bueno de Rubén vio conmutada su pena de muerte y salvó la vida.

Precisamente en la postal fechada el 8 de septiembre, y por primera vez, Antonio José deja traslucir un cambio en el estado de ánimo, siempre optimista y esperanzado, que trasmite en los escritos enviados a sus amigos y familiares “…Esto se hace cansadísimo y necesito activar toda mi paciencia y mi voluntad para no caer en el abatimiento. Sobre todo me duele más el pago que se ha dado a mi conducta intachable y a mis trabajos de toda la vida por Burgos.”

foto 8 de septiembre 36

Foto: Enrique del Rivero


05Sep
1936

El amigo Saturnino...

El verano de 1936 estaba siendo un poco más fresco y lluvioso de lo habitual. Pero a principios del mes de septiembre las temperaturas se habían recuperado y el intenso calor se hacía notar incluso dentro de los muros de la Prisión Central de Burgos. Esto último lo sabemos gracias a las misivas que Antonio José escribía casi todos los días a su “querida Consuelito’”.

En estos escritos —en su mayoría postales del Estado prefranqueadas con un valor de 15 céntimos de peseta (publicados en 2002 por Miguel Ángel Palacios Garoz en su libro ‘En tinta roja: cartas y otros escritos de Antonio José)— el músico siempre insiste en que él mismo, su hermano Julio y Santi —un sobrino de Consuelo Mediavilla—, se encuentran bien y sin novedad. También comenta que no desea recibir visitas ya que las considera “…un sacrificio inútil y molesto para ellos y para mí”. Y, casi como en una orden, reclama a su interlocutora que “…de ningún modo que se haga ninguna gestión en mi favor, ni procurando mi libertad”.

Aunque duermen en brigadas diferentes el apoyo entre los hermanos Martínez Palacios tuvo que ser fundamental para sobrellevar la tensión, el miedo y la incertidumbre que reinaban entre los cientos de burgaleses encarcelados por los militares golpistas. Julio que tenía 38 años, casi cinco más que su hermano, era Maestro Nacional en Pradoluengo (Burgos). También destacaba como escritor y periodista y, entre otros medios, colaboraba en Diario de Burgos. Y por lo que mencionan algunas fuentes, parece que fue detenido en la sede de ese periódico local un día más tarde que su hermano. Estaba casado y era padre de dos niños: Ana María y Julio.

Antonio José también coincidió en prisión con muchos amigos. Uno de ellos era Saturnino Calvo que fue detenido el 3 de septiembre en el despacho del gobernador civil. El reconocido orfebre y dibujante ‘Maese Calvo’, que también era miembro de la tertulia ‘El Ciprés’ y tenía fama de rebelde y orgulloso tuvo el valor de solicitar una entrevista con la máxima autoridad civil (sic) de la provincia, el general Francisco Fermoso Blanco (uno de los principales responsables de la sangrienta represión en Burgos). La conversación, sobre su despido como profesor en la Escuela de Trabajo, subió de tono y el artista pasó directamente a prisión. Pese a todo fue uno de los pocos que consiguió salir vivo tras 20 meses privado de libertad. Por lo que se ve tenía muy buenos padrinos entre los altos jerarcas de la iglesia burgalesa, que no se podían permitir la desaparición de uno de los más señalados maestros de la orfebrería religiosa española del siglo XX.

Caricatura Saturnino Calvo

Foto: Archivo Municipal de Burgos


02Sep
1936

El terror institucionalizado

A pesar de que a través de las postales y cartas que envía a sus familiares y amigos —la mayoría a su vecina (y casi con seguridad su secreta novia) Consuelo Mediavilla—, Antonio José transmite una sensación de cierta normalidad, la situación dentro de la cárcel burgalesa era de lo más trágica y angustiosa.

Quizá lode menos fuese el hacinamiento, en un moderno presidio inaugurado en 1932, ante la zozobra que una jornada tras otra vivían los presos. Indefensos y sin ningún tipo de garantías procesales estaban en manos de un grupo de sangrientos asesinos (dirigidos por los sucesivos gobernadores civiles, los generales golpistas Fidel Dávila y Francisco Fermoso) que decidían, sin que les temblase el pulso, sobre su vida y su muerte.

En poco más de dos meses, entre el 2 de agosto y el 12 de octubre, se llevaron a cabo al menos 27 sacas de la Prisión Central de Burgos con un cruel balance: cerca de 400 muertos. A estas personas asesinadas extrajudicialmente habría que añadir los 140 ejecutados por sentencias de muerte tras consejo de guerra, entre los meses de julio y diciembre de 1936. Pero aunque estas cifras son ya de por sí terroríficas, no se puede olvidar a los otros cerca de 2.000 ‘paseados’ por la represión franquista a lo largo y ancho de la provincia de Burgos durante los primeros meses de la Guerra Civil.

Por lo que hemos visto, raro era el día, mejor la noche, ya que los asesinos además actuaban con nocturnidad, en el que no se producía una saca de la prisión. Seguro que todas las madrugadas la mayoría de los detenidos se mantenían en un atormentado duermevela, expectantes ante los ruidos de los cerrojos y rastrillos y de las voces de los guardianes llamando por sus nombres y apellidos a los desgraciados inscritos en cada fatídica lista.

La mañana de este miércoles septembrino, tras despertarse del interrumpido sueño y desayunar su habitual pastilla de chocolate, su pedazo de pan y su trago del agua fresca del pozo de la prisión —que según él mismo relata en sus cartas “ es riquísima” — Antonio José recibe una muy mala noticia: entre las diecinueve personas sacadas esa noche para su ejecución en algún despoblado de los alrededores de Burgos, lo más probable en el Monte de Estépar, figuraba su entrañable amigo Ángel Arroyo Merino. Con 35 años recién cumplidos era una persona sensible y buena, amante de la cultura y las caminatas por la naturaleza, socio protector del ‘Orfeón’ y miembro de ‘El Ciprés’ , la más importante tertulia de la intectualidad burgalesa.

Entre los asesinados también se encontraba Julián Fagoaga Reus, el depuesto gobernador civil republicano. Es muy probable que la inclusión de este último en la lista fuese en represalia por el bombardeo de la aviación republicana sobre dos hospitales de Burgos, acaecido el día anterior y que causó un par de víctimas mortales.

Archivo Municipal

Foto: Archivo Municipal de Burgos


01Sep
1936

Un vuelco vital

Antonio José lleva veinticinco días recluido dentro de la prisión central de Burgos. La tarde del 7 de agosto, sobre las 19.30 horas, había sido detenido por una partida de falangistas en su domicilio familiar de Casas de la Prensa, nº 17 (hoy en día calle de Juan Albarellos, paralela al comienzo de la avenida del Cid).

Los últimos y trágicos acontecimientos en la vida de Antonio José y de otros muchos miles de burgaleses se suceden en cascada desde el mismo instante en el que parte del ejército se subleva contra el Gobierno de la II República. Ese mismo día, sábado 18 de julio, y a pesar de la palpable tensión que reina en las calles, Antonio José participa en una fiesta escolar, organizada en el Teatro Principal, donde un coro infantil interpreta varias de sus obras. El acto finaliza con las emotivas notas de su solemne Himno a Castilla.

Unas horas después, durante la madrugada del 19 de julio, las tropas sublevadas salen de sus cuarteles, proclaman el estado de guerra y proceden a detener a las autoridades, civiles y militares, que se mantienen fieles al Gobierno. Así mismo y con la colaboración de las milicias fascistas, en especial falangistas y albiñanistas, proceden al arresto de la mayoría de los dirigentes y afiliados de los partidos y sindicatos próximos al Frente Popular. La represión, el terror y la caza del hombre se extienden por Burgos y su provincia.

Antonio José —que aunque no militaba en ningún partido político tampoco ocultaba su apego a los más nobles ideales republicanos y socialistas— también estaba en el punto de mira de los golpistas. Y no tardaron mucho en ir a por él, ya que la tarde del mismo 19 de julio, cuando estaba reunido con Luis Sáiz Barrón, unos falangistas pasaron por su casa con la intención de detenerle. Por suerte, quizá alertados por los ladridos del pastor alemán del músico, los dos amigos lograron esconderse en la carbonera de la vivienda. Pero el destino de ambos ya estaba marcado para siempre.

Mientras al ilustre compositor todavía le quedaban veinte días de relativa libertad, su amigo —conocido impresor, intelectual y socialista burgalés— fue detenido una semana después y, tras un truculento episodio en pleno paseo del Espolón, fusilado inmediatamente.

Antonio José con Bruko

Foto: Archivo Municipal de Burgos